En un trabajo muy prometedor, se logró
combinar la producción de etanol, utilizando bacterias de fácil cultivo
como Escherichia coli, con la degradación de alginato (un glúcido o
hidrato de carbono presente en las algas) que no es digerido de forma
natural por estas bacterias. Aprovechando que hay bacterias que sí son
capaces de digerirlo, como las del género Vibrio, se ha incorporado un
trozo (36 kilobases) del genoma de la bacteria V. splendidus en el
genoma de la bacteria E. coli; esta labor de ingeniería genética ha
permitido introducir la ruta metabólica para digerir el alginato en E.
coli, permitiendo su uso industrial en la producción de etanol a partir
de algas marinas.
Este proceso es un poco lioso, pero lo importante es lo que se puede conseguir con él:
A partir de este logro se podría ofrecer
una fuente importante de biocombustibles. Según investigaciones, en
menos del 3% de las aguas marinas costeras se pueden producir algas
suficientes como para sustituir más de 226.800 millones de litros de
combustibles fósiles.
Pero como todas estas investigaciones, tiene un claro inconveniente: es demasiado
caro como para competir con otros combustibles derivados del petróleo,
pero a medida que pase el tiempo, se encontrará la manera de
introducirla en el mercado con un costo accesible.